IMAGEN ES PERCEPCIÓN
Le suena familiar que cada vez que inicia un proceso electoral, el razonamiento de la mayoría de los votantes es que hay que votar por el “menos malo”, ya que ningún candidato llena las expectativas de un estadista. Entonces, si no le gusta el presidente actual, que ganó porque en ese momento era “el menos malo”, según usted seguramente el que viene le gustará menos. Decían hace tres años, que gane cualquiera, menos Sandra Torres. La pregunta es, ¿qué hubiera pasado si Sandra obtiene el triunfo y usted no vota por el “menos malo”; entonces estaríamos mejor o peor con ella de lo que estamos hoy? Perdón por el cantinfleo, pero realmente no hay otra manera de explicar el extraño fenómeno, muy chapín, del “menos peor”.
Por esta razón, para las próximas elecciones generales del 2023 no podemos permitirnos repetir la misma nefasta historia de cada proceso, donde lamentablemente se elige un presidente que no solo viene a destruir sistemáticamente nuestra nación, sino a hacerse multimillonario a costillas de un pueblo apaleado.
El problema es la indiferencia de la ciudadanía, que hasta hoy ha sido incapaz de exigir cambios estructurales, que serían la única solución para ver una luz al final del túnel. Critican mucho a Thelma Cabrera por expresar que la única solución es cambiar el sistema, y aunque no explica cómo lo haría, ella tiene razón. De nada sirve cambiar de cara, cada cuatro años, cuando el problema no es si es hombre o mujer, chairo o fachio, feo o bonito, ignorante o demasiado listo, que gobierne la amante o la esposa. Eso no importa, la clave es cambiar el sistema y los controles. Y esa iniciativa jamás espere usted que venga de un presidente, los diputados o de algún funcionario público, nunca, jamás. Quédese esperando sentado porque eso no va a pasar.
Para colmo de males se realizan simultáneamente las elecciones legislativas, las municipales y las del Parlamento Centroamericano. Otro grave error. El problema de nuestro sistema es que cada cuatro años se facilita que llegue un gobierno peor que el anterior. Esto, por varias razones, pero quizá la más importante es un voto de castigo para evitar que llegue un personaje al que se cataloga “nefasto”. Finalmente, al votar por el otro, resulta un verdadero desastre también, y al final no se sabe quién hubiera resultado peor, si la enfermedad o la medicina.
Esa opción de “tener que elegir al menos malo” es ya inadmisible, tener que escoger entre propuestas políticas mediocres, con financiamientos oscuros, personas ya conocidas por su falta de integridad moral y con trayectoria de corruptela. Personas que, en unas elecciones de Canadá, por ejemplo, ni siquiera podrían optar a ser candidatos. No cabe duda de que las leyes electorales que tenemos protegen esta podredumbre y premian a los políticos al salir del poder, al punto de que tienen derecho de ser diputados del Parlacén o del Congreso sin problema. O simplemente se retiran a disfrutar de sus sucios millones.
Uno de los grandes problemas de este país es la ignorancia y la indiferencia del pueblo. Por eso a las personas que han formado parte del gobierno no les interesa invertir en educación, ya que, a mayor ignorancia, mejor saqueo de los fondos del Estado. Entonces, si queremos una solución para el país, cambiemos el sistema con una propuesta personalizada y adaptada a nuestra realidad. ¿Dónde están los grandes juristas, politólogos, sociólogos, comunicadores y empresarios? Con propuestas serias y reales. Si no hacemos algo, las ideas más arrebatadas de cambiar el sistema a través de las armas se van hacer eco y se volverán una realidad. Y entonces sí que perderemos a nuestra Guatemala.
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