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Opinión

Aprendemos en la medida que nos involucramos

Desde que se inicia la vida y hasta el último suspiro, los humanos estamos aprendiendo de las cosas más elementales hasta aquellas más complicadas. Claro está que porque no todos somos iguales, las variedades son manifiestas. Por ello dependemos de otros para que nos ayuden y nos enseñen. Esto es una realidad innegable.

SI ME PERMITE

“Aprender algo siempre produce el sentimiento de haber perdido algo”. Bernard Shaw

Hay cosas que se aprenden viendo cómo se hacen. Pero hay otras en las que debemos participar hasta que llega el momento en que adquirimos el conocimiento y lo ejercitamos, atesorándolo en nuestro conocimiento hasta poder hacerlo nuestro.

Es curioso el proceso del aprendizaje porque unos muy callados y poco sociables, al igual que aquellos expresivos y gregarios, deben ser expuestos y progresivamente involucrarse para poder aprender de modo que lo apropien y lo desempeñen como algo propio y que les pertenece. Este ejercicio es de proceso progresivo por el hecho de que algunas cosas deben ser fundamentadas en un conocimiento previo para poder añadir lo nuevo.

En esta realidad social nuestra debemos tener la suficiente apertura para integrar a aquellos que nos rodean para que ellos también puedan aprender. En una modalidad muy especial observamos a aquellos que demuestran un interés activo en lo que estamos haciendo o en aquello que sabemos para, con todo el calor humano que podemos usar, integrarlos y nunca avergonzarles porque no saben, sino estimularles el interés y reflejar que siempre son bienvenidos para cuando quieran aprender.

Para todo mortal la meta prioritaria debe ser el dejar atrás la ignorancia y ver cada oportunidad que se le presenta para aprender algo que hasta en ese momento no lo sabía, posiblemente porque no le había hecho falta, pero que, sabiendo capitalizar el conocimiento, puede ser un recurso más que, en un momento dado, por lo que aprendió tendrá una puerta abierta y una alternativa para salir de donde ha estado tanto tiempo.

Si somos francos con nosotros mismos debemos admitir que los que quieren aprender algo nunca molestan con sus preguntas o su modalidad de observar. Al contrario, nos ponen en un puesto de dignidad porque, cada vez que recuerden cómo lo aprendieron, tendrán que darle el crédito al que estuvo dispuesto a integrarlo y compartir su conocimiento, y no es de extrañarse que cuando alguno aprendió algo de nosotros, este resulte más hábil y experto en lo que aprendió que nosotros.

Tristemente, el mayor egoísmo es terminar nuestra carrera en esta vida y pasar a la eternidad sin haber compartido con otros lo que sabemos y lo que la vida nos enseñó, no importando cuánto nos haya costado a nosotros, pero los que nos siguen no tienen por qué pagar el mismo precio, sino que nosotros podemos hacerlo con la mayor disposición para que sea de lo más fácil para ellos.

En nuestro mundo de hoy en día, todos los que pueden hacer con máxima pericia las cosas son los que en la generación de ayer fueron los aprendices de aquello que con toda apertura y calor humano les compartieron y lo aprendieron de la mejor forma. Es innegable que de lo que hemos podido aprender y alcanzar una pericia podemos, con gran entusiasmo, dejarlo como legado a otros para poder de ese modo ser un agentes multiplicadores, y sin duda por ello seremos recordados y posiblemente honrados también.

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