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Opinión

Chile y los federalistas

Chile se embarcó en una costosa desventura. El debilitado gobierno de Sebastián Piñera echó a andar un proceso constitucional tras meses de violentas protestas. Ahora, el 4 de septiembre, una aplastante mayoría rechazó la radicalísima propuesta de constitución redactada por la Convención Constitucionalista.

NOTA BENE

Los perdedores afirman que deben volver a plantear un proyecto porque 78% de quienes votaron en octubre de 2020 expresaron querer una nueva carta magna. En aquella ocasión, votó un 51% de la población mayor de 18 años; la suma de quienes rechazaron la constituyente y las abstenciones es de 77%. Podríamos suponer que muchos chilenos están satisfechos con la constitución vigente, pero el presidente Gabriel Boric y la clase política difícilmente desistirán de su pretensión. ¿Integrarán otra convención, o una asamblea constituyente dotada de más poderes?

Su consigna revolucionaria es borrar la huella de Augusto Pinochet de la sociedad chilena. Tachan de ilegítima la constitución del 1980, la cual irónicamente ya fue reformada 31 veces, y varias de esas modificaciones fueron promovidas por gobiernos de izquierda. ¿Es aún la constitución de Pinochet?

Impresiona el contraste entre los constituyentes chilenos y los padres fundadores de Estados Unidos. Con motivo del seminario “Constituciones en Crisis”, del Instituto Fe y Libertad, releímos Los papeles federalistas por Alexander Hamilton, James Madison y John Jay. En dicho texto, se explica al público neoyorquino el sentido detrás de aquel proyecto de constitución.

Los padres fundadores crearon un sistema federalista que impidiera la llegada de un gobernante absolutista como el rey Jorge III. Sabían que, si los dejamos, los gobernantes abusan del poder. La brújula de Hamilton y Madison fue el principio de la libertad personal: buscaban proteger la vida, la libertad y la propiedad de todos los gobernados. Diseñaron un sistema político que repartiera el poder entre distintos organismos estatales y niveles de gobierno. Incorporaron otros tipos de pesos y contrapesos para evitar la tiranía del presidente y de las mayorías. Esos constituyentes se estaban dando a sí mismos y a sus compatriotas un complejo aparato gubernamental que permanece al servicio del pueblo soberano.

Como consecuencia de la naturaleza humana, prevé Madison en el documento No. 10, surgirán las “facciones”. Anticipa que los estadounidenses discutirán por religión, clase social, intereses económicos e ideología. Reflexiona que si conculcan la libertad o forjan consensos, las facciones desaparecerán. Dado que sería impensable suprimir la libertad, el gobernante debe colocarse por encima de los favoritismos: quien gobierna no debe ser “juez y parte” en una disputa entre facciones.

En contraste, el fallido proyecto de constitución en Chile entroniza el faccionalismo: 77 de los 154 constituyentes eran progresistas, representantes de las listas Apruebo Dignidad y Pueblo, listas locales y de pueblos originarios, entre otros. Su intención era reivindicar a grupos supuestamente minoritarios, incluidos los animales y el ambiente. Dicen ser incluyentes, pero realmente buscan instalar sus agendas particulares en el texto constitucional. No cuidan los pesos y contrapesos al poder: prefieren un poder desbordado capaz de privilegiar a los suyos y expoliar a otros. Fabrican un texto aspiracional con sesgo ideológico, incluso en desafío de la naturaleza humana. Lejos está la idea de resguardar a la persona y su libertad. No les interesan ni la generalidad, ni la universalidad, ni codificar un marco estable frente al vaivén democrático electoral. ¡Qué bueno que rechazaron ese proyecto, que no libera ni propicia la paz!

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