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Opinión

Ciega venganza, arma para borrar la libertad

Jose Rubén Zamora Marroquín publicó ayer un artículo de dos páginas, cuya lectura recomiendo, con reflexiones sobre el periodismo independiente y relatos de sus experiencias personales y en especial la de su esposa e hijos. Lo considero de lectura necesaria para quienes desean con sinceridad enterarse del porqué de ese papel obligado a escenificar por quienes voluntariamente y sin haber sido elegidos por nadie, se han tomado la tarea de servir a su país a través de informar y criticar yerros y dolos en el ejercicio del gobierno.

CATALEJO

El periodismo necesario en un país como Guatemala no debe dedicarse a señalar aciertos –de todos modos, muy escasos—, sino a poner el dedo en las numerosas y hediondas llagas por cuyo efecto se ha hundido al país de todos nosotros.

Los enemigos de la libre emisión del pensamiento, algunos de ellos autollamados libertarios, no quieren entender la imposibilidad de separar el concepto de una de sus manifestaciones, la de prensa, con la abstracción del concepto abstracto de libertad, tema sobre el cual los filósofos se han manifestado por varios siglos. Obviamente, el ejercicio de la libertad de emisión del pensamiento sobre temas políticos es una actividad de la política, pero no es sinónimo de esta. Y en estos tiempos, donde la libertad política se quiere reducir a la libre escogencia de una teoría ideológica, pero en especial aquellas excluyentes de las demás y tendientes al fundamentalismo, es decir, el simplismo. Hoy en día se asfixia a los medios. Antes se asesinaba a periodistas incómodos.

El periodismo ejercido por Jose Rubén Zamora, como toda obra humana, tiene aciertos y errores, pero al ser una actividad cotidiana, constante, la manera de calificarla como positiva o negativa para la sociedad se logra al sumar cada una de esas dos categorías y comparar las cifras. Un centro de críticas en su contra lo constituye El Peladero, donde se debe aplicar tal criterio. En el periodismo, los amigos tienen corta vida y memoria, y los enemigos son para toda la vida. Es una forma periodística arriesgada. En Guatemala, el fracaso de muchos chanchullos del gobierno, sus compinches politiqueros y cualquier representante de alguna familia poderosa, grupo social o económico, se deben a las denuncias ciertas. Por supuesto, ha habido también víctimas inocentes.

El periodismo especializado en la Política (en Guatemala, politiquería) es parte de esta porque su papel es de fiscal, como los fiscales del sistema judicial son parte de este. En la realidad de Guatemala, sobre todo de los últimos dos gobiernos, las denuncias se pagan con acusaciones, juicios parciales y veredictos absurdos, retorcimiento de leyes, a causa del autoengaño de quienes los cometen por estar siempre “dentro de la ley”. En época de la Guerra Fría, el castigo era el asesinato. Así cayeron Isidoro Zarco y Mario Monterroso Armas, por dar solo dos ejemplos de los tantos. Años después, Álvaro Arzú logró matar a Crónica, la mejor revista de la historia nacional, gracias a su campaña personal de llamadas y mensajes con amenazas a los anunciantes.

El caso actual de Zamora tiene un elemento nuevo: la obsesión de venganza emanada desde la peculiar y no electa ni oculta pareja presidencial. Tanto él como dos de sus colaboradoras son víctimas de esta aberrante actitud, cuyo fin principal es refocilarse al causar el mayor dolor posible. No les importa el sufrimiento de sus familias —como siempre, reales víctimas de la libre emisión del pensamiento, como tampoco, en otro ejemplo, el de los jóvenes deportistas olímpicos imposibilitados de representar a Guatemala, ahora con la vergüenza de estar al lado de Rusia y de Corea del Norte—. Mañana se cumplen 90 días de su ilegalmente explicada captura, y a Giammattei le quedan 440 días de monarquía absoluta, lo cual, triste y dolorosamente, incluye dos navidades.

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