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Opinión

Decisión arriesgada, obsesiva, precipitada

El anuncio de Donald Trump, el martes, de participar en las elecciones del 2024 es producto de una decisión arriesgada, obsesiva y precipitada. En la práctica, hoy Estados Unidos tiene tres grupos de votantes: demócratas, republicanos racionales y republicanos trumpistas, pero también existen los independientes, conocidos desde hace muchos años como mayoría silenciosa, cuya atronadora voz se oye poco, pero es y ha sido fundamental y decisiva.

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Incluso comentaristas de tendencia republicana han señalado el riesgo actual de esa división, sobre todo entre los votantes jóvenes. Ambos partidos necesitan nuevos dirigentes, pues la mayoría de las grandes figuras actuales, al superar los setenta años, o incluso más, ven sus tiempos y horas ya pasados

La decisión es precipitada, al derivarse de su evidente temor a ser reemplazado por el gobernador Ron DeSantis, de Florida, con una carrera corta pero efectiva y su ventaja de tener hoy 44 años de edad, y haber recibido burlas públicas de Trump. Es obsesiva porque su mundo mental gira alrededor de sí mismo, al punto de haberse puesto bajo las luces del escenario de la campaña, dejando a un lado temas como la inflación, la economía y otros. El regalo fue aprovechado por los demócratas, cuyo mensaje se centró en señalar el peligro para la democracia de una victoria de sus contrincantes. Así lograron ocultar las debilidades y poca popularidad de Biden y se solidifica la idea de haber ocurrido, en realidad, una derrota republicana y no una victoria demócrata.

Haberse lanzado ya al ruedo equivale a cuando un equipo de futbol mete un gol al minuto tres. Debe luchar por 87 minutos para evitar perder el juego. Los adversarios de Trump son los demócratas, claro, pero también los republicanos moderados, entre ellos los más serios críticos internos de la derrota, atribuida directamente a quien se calificó de ser el creador de una victoria pero no tener responsabilidad en el fracaso, como ocurrió. Se evidencia incapacidad de pensar desde una perspectiva estratégica para ganar una guerra, sino solo en la táctica para ganar pequeñas batallas. Fueron derrotados un gran número de políticos receptores del apoyo trumpista y falló también al predecir una “marea roja” no materializada en las urnas. No gana quien sale primero, sino quien llega primero.

Este análisis intenta tener balance y busca los motivos del resultado con los ojos de alguien a quien la política estadounidense le interesa, pero con fría serenidad. La posición “es blanco o negro, no hay grises”, de muchos guatemaltecos en cuanto a apoyar obcecadamente a Trump, obliga a explicarles la motivación de este artículo: no es apoyar o aceptar a Joe Biden, cuya victoria es engañosa, sino ver la batalla desde un cerro cercano para entender y explica el porqué del resultado. En los dos años previos al 2024, habrá lugar para críticas y ataques internos de los republicanos serenos y de los demócratas. Esto desestabilizará políticamente al país en momentos mundiales muy peligrosos.

A mi criterio, será fundamental la participación de los votantes jóvenes ante la esperada actitud trumpista de seguir negando el resultado de la elección anterior, así como la insistencia de haber ganado la anterior elección, y también descalificar e insultar a quienes le disputen una candidatura republicana en realidad difícil. Un presidente popular tiene posibilidades, pero quien reduce esa popularidad solo a su partido, sufre el riesgo creciente de fracasar en la intentona. La serenidad debería hacerlo dar un paso atrás para evitar una nueva derrota, esta vez dentro de su partido. Ron DeSantis ya se materializó en el horizonte, y sin duda habrá varias más. Se aplica otro refrán: “Entró papa y salió cardenal”. Apostar o predecir el resultado de una elección, como se ve, es riesgoso.

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