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Opinión

El gato en la sacristía

Justo en medio del proceso electoral, el cardenal Álvaro Ramazzini invita a una “Convergencia Nacional de Resistencia”, que, según el prelado, tiene por objeto un “movimiento más de resistencia y protesta pacífica para invitar a la población a que con base a los derechos ciudadanos que todos tienen, así como obligaciones, se reaccione delante de todo lo que está pasando y de lo que puede pasar en el futuro (…)”

DE MIS NOTAS

Manifestó que “el colectivo no tiene cartera político electoral, y que por lo mismo no quisieron aceptar a nadie que estuviera participando en la política partidista. Nadie de los que estamos ahí está formando parte de un partido político”, afirmó, indicando que “era uno de los principios con los que iniciaron”.

Junto al cardenal está sentado Frank La Rue, exguerrillero y conocido activista de larga trayectoria; fundador de Nisgua, la encargada de difundir noticias de la guerrilla durante el conflicto armado, y uno de los principales instigadores del juicio por genocidio.

Del otro lado, el jurista Alfonso Carrillo, defensor del excomisionado de la Cicig Iván Velásquez, hoy ministro de la Defensa del gobierno de Petro, en Colombia.

En el prólogo del libro del estimado amigo y escritor Francisco Pérez de Antón, El gato en la sacristía ( Tauros, 2013), que más que un libro es un riguroso compendio histórico que detalla los extravíos doctrinarios que el Alto Clero promovió desde el Vaticano II —“un concilio que fracasó al sentar las bases que habrían de conducir a la actual decadencia de la Iglesia y en donde elaboraron las estafas doctrinarias que Sus Ilustrísimas y adláteres continúan divulgando hoy día”—. Y concluye: “Admiro muchísimo a los miles de curas y monjas que de manera callada y modesta dedican sus vidas a cuidar de los afligidos, los enfermos, los desamparados y los pobres. Estos hombres y mujeres, auténtica sal de la tierra, son la gloria del catolicismo”. Pero no guarda simpatía alguna hacia el Alto Clero, ese estrato de la Iglesia oficial integrado por cardenales, obispos y teólogos.

“Contra ellos va dirigido este alegato —escribe Pérez de Antón, de quien solo alcanzó a descubrir una pequeña parte de los engaños y falsificaciones de unos hombres que siguen ofendiendo a diario el sentido común de los católicos—”. Fin de la cita.
Creo que todos estamos de acuerdo con esta conclusión, porque esta disfuncionalidad espiritual, al mezclar la teología con la política; y del César con lo que es de Dios, es lo que todos los cristianos rechazamos. No importa si católicos o protestantes.
¿Acaso no tuvimos suficiente durante la larga noche de la Teología de la Liberación y los espurios frutos convertidos en muerte y desolación? ¿La Palabra de Dios convertida en fusil, y las balas en salmos guerrilleros?

Es una ingenuidad hacernos creer que de esta “Convergencia Nacional de Resistencia” no saldrá una manifestación de apoyo directa o indirecta a ciertos candidatos y movimientos afines. No es correcto utilizar de megáfonos ideológicos los púlpitos de la iglesia. Se pueden abordar cuestiones políticas dentro del contexto de un sermón, siempre y cuando el enfoque sea para señalar el norte moral y la distancia entre la enseñanza de las escrituras y una coyuntura nacional. Eso es válido.

Pero no lo es cuando un “príncipe de la iglesia” hace un llamado con indiscutibles intenciones de activismo ideológico. Especialmente cuando los que lo acompañan son precisamente eso: Activistas políticos. Claro que hay crisis. Pero no es así como se soluciona.

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