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Opinión

Centro izquierda y extrema derecha

Tiene dos manos, una es la izquierda y la otra, la extrema derecha. La más mínima expresión de conservadurismo, valores tradicionales, nacionalismo, cristianismo, populismo, corre el riesgo de ser tildado como extrema derecha en los medios de comunicación. En una nota de “Análisis de las noticias”, el New York Times ofrece el titular “Cómo la extrema derecha atrapó el éxito electoral en Suecia”, y en la primera oración declara que, con una “campaña sobre temas como migración, religión, crimen y el costo de reglas ambientales, los Demócratas Suecos, un partido con raíces neonazis, construyó su apoyo”.

LIBERAL SIN NEO

El Washington Post (WP) calificó a este partido, fundado en 1988, como “extremistas ultranacionalistas y neonazis” con un pasado “neofascista”, agregando que “la primera ministro, Magdalena Andersson, de centro izquierda, aliada con otros partidos de izquierda y verdes, reconoció la derrota”.

El WP advierte de que los partidos de extrema derecha en Europa se han beneficiado del colapso del “cordón sanitario” establecido por los partidos moderados para impedir su llegada al poder, “pero aun cuando no estén en gobierno, sus agendas se han infiltrado en la gobernanza —el gobierno de centro izquierda en Dinamarca, por ejemplo, controló el nativismo de derecha adoptando las políticas antimigración de sus rivales”. Es decir, las políticas antimigración pueden ser de centro izquierda o de nativismo fascista, según quien las adopte o el medio que “informe”. En las elecciones francesas, en abril 2022, el cordón sanitario mediático dio la victoria al “presidente Sarkozy” sobre Marine LePen, de extrema derecha, como no cansaba de calificarla la prensa.

El resultado de las elecciones recientes en Italia es que Giorgia Meloni será la primera mujer primer ministro en ese país. Pero esto no es lo más destacado de la noticia, este hito de la mujer italiana es opacado por el sensacionalismo mediático que enfatiza su militancia de extrema derecha con raíces neofascistas. El pecado de Meloni es tener valores tradicionales, no tener vergüenza de ser cristiana, oponerse al infanticidio legalizado y sostener que hay tal cosa como cultura italiana que merece ser defendida y conservada. Lo más importante que debe saberse sobre esta aguerrida mujer, según titulares que se reproducen con copy paste, es que es de extrema derecha y su intención es arrastrar a Italia al fascismo.

Fascismo es palabra de rigor para referirse al conservadurismo, moda amplificada por la tendencia de los medios a reproducir, sin filtro inquisitivo, lo que dicen otros medios. En un discurso reciente, Joe Biden se apegó a la moda al describir a Trump y sus seguidores —casi la mitad del electorado de EE. UU.— como semifascistas. Trump es un ególatra narcisista que no cansa de autocongratularse; los medios lo tildan de autoritario y celebraron que Biden lo calificara de fascista. Si se ha de usar el lenguaje con precisión, Biden actúa de forma más autoritaria que Trump; el actual presidente hace mucho más uso del mandato ejecutivo para articular sus políticas, sin decreto o aprobación legislativa, de lo que hizo Trump.

Los receptores de “noticias” saben bien que, en Brasil, Lula es de centro izquierda democrática, mientras Bolsonaro es extrema derecha, réplica carioca de Trump, autoritario y fascista. Lo paradójico es que las personas que se toman el trabajo de estudiar y analizar con detenimiento las políticas de “izquierda” y “derecha” advertirán con facilidad cuáles son más autoritarias, en el sentido de pretender mandar y dirigir como deben conducir sus vidas las personas.

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