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Opinión

Impacto global de la vacunación covid-19

La pandemia no ha finalizado, pero tampoco estamos en la misma situación que había a finales del 2019, cuando lo que dominaba en el mundo era la preocupación de enfrentarse a una situación cuya escala global y potencial letalidad para la humanidad solo se podían intuir en ese entonces, y para la cual, no se contaba con medidas específicas ni preventivas ni curativas

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Si bien el virus SARS CoV-2 era “nuevo”, en realidad era más como un “pariente desconocido” en una familia de virus con la cual ya estaba familiarizada nuestra especie hace varias décadas. Fue este conocimiento acumulado, la temprana secuenciación genética del virus y años de ciencia y tecnología aplicada al desarrollo de vacunas, la base de conocimiento que permitió que, en un tiempo inéditamente corto, pudiésemos contar con vacunas bastante eficaces para prevenir la mortalidad por la covid-19.

Un estudio realizado por el Colegio Imperial de Londres, a partir de un modelaje matemático basado en los datos de mortalidad y de exceso de mortalidad de 185 países ha permitido establecer el efecto que ha tenido el primer año de vacunación contra la covid-19 en la reducción de la mortalidad en el mundo. El impacto se estimó a partir de calcular las vidas que se hubieran perdido si no se hubieran distribuido y aplicado las vacunas. El modelaje se hizo a partir de las cifras y tendencias de mortalidad que ya se habían experimentado en el 2020. El estudio fue publicado en la prestigiosa revista científica The Lancet, el pasado junio.

Sus autores, basados en los datos que reportaron oficialmente los países, estimaron que, en el primer año de vacunación, se evitaron unas 14.4 millones de muertes en el mundo. Al usar los datos de exceso de mortalidad (más adecuados para entender el verdadero impacto que ha tenido la pandemia covid-19), la cifra de vidas salvadas por la vacunación sube a unos 19.8 millones de personas.

Inclusive en países que tienen todavía bajos niveles de cobertura, como Guatemala, este efecto positivo sobre la reducción de la mortalidad se ha hecho evidente, por ejemplo, en el descenso de la demanda por hospitalizaciones que ha habido durante la cuarta y quinta olas de covid-19 acaecidas este año.

No obstante, los autores señalan que el efecto protector de la vida que ha dado la vacunación pudo haber sido aún mayor si la distribución de las vacunas disponibles no hubiera sido tan inequitativa en el mundo y a lo interno de los países. Esto último ha sido el caso de Guatemala, donde la vacunación covid-19 priorizó la capital y las áreas urbanas principales del país, reproduciendo con ello el patrón histórico de desigualdad territorial que deja sistemáticamente, en la última prioridad, a la población indígena, rural y en situación de pobreza.

Priorizar a la población con más riesgo de morir era razonable en un inicio, dada la escasez de vacunas que había. Sin embargo, conforme hubo mayor producción, el criterio de alto riesgo de mortalidad era insuficiente para cortar la transmisión del virus y la emergencia de nuevas variantes. Para eso, se necesita la vacunación masiva y equitativa, pues cualquier individuo es susceptible de ser portador de este virus y sus variantes, y de seguir transmitiéndolo. La inequidad en la vacunación es la principal razón por la cual no logramos salir de la etapa pandémica de la enfermedad todavía.

Por eso insistimos que la vacunación covid-19 debe continuar en el país, y que eso necesita asegurar el acceso a vacunas, una programación razonable de entregas, no a conveniencia del productor únicamente, y, sobre todo, un cambio drástico en la estrategia que ha dominado la vacunación hasta ahora en Guatemala.

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