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Opinión

Hechos aleccionadores en Argentina y Chile

Dos sucesos acontecidos en el Cono Sur entre el viernes y el domingo anteriores deben ser tomados en cuenta por quienes se interesan en el acontecer político del continente. Por un lado, el supuesto intento de asesinato de la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, conocida como CFK, y por el otro, la apabullante derrota en Chile de la nueva Constitución apoyada por Gabriel Moric.

CATALEJO

El primer caso era inesperado, y en el segundo, ni los más fervientes seguidores de la desaprobación al proyecto de una nueva carta magna sospecharon una victoria tan innegable. Pasados pocos días se puede comentar con serenidad las interpretaciones inmediatas de ambos hechos y analizarlos con comparaciones de sucesos parecidos en el escenario de países distintos.

CFK es, quién puede dudarlo, una política astuta. Acusada de recibir durante muchos años mil millones de dólares de dinero estatal triangulado por empresas afines, la justicia argentina había avanzado para tenerla a pocos pasos de un juicio.
Necesitaba con urgencia un hecho causante de indignación a favor de ella y “casualmente” ocurre el “intento” de asesinato, cuya falsedad salta a la vista. El hechor movió el arma de izquierda a derecha; la presunta víctima no muestra un solo gesto de miedo; los guardaespaldas no actúan como debieron hacerlo. Pocos minutos después, el presidente Fernández se dirige a la nación para rechazar el hecho pero además declarar un feriado nacional al día siguiente para permitir una manifestación “de apoyo a la democracia”.

La maniobra tuvo una victoria inicial indudable. El hecho fue condenado de inmediato en la transmisión en vivo de CNN, y por el diario El País, de España, entre otros medios internacionales de prestigio. Los magnicidios no conducen a nada, pero cuando fracasan convierten a la víctima en centro de apoyo de los ciudadanos opuestos a los crímenes políticos. Estos medios, a mi juicio, subestimaron la capacidad de mentira y manipulación en la política latinoamericana en general. Conforme se pueden analizar los videos del hecho, puestos a circular de inmediato por las redes sociales, permiten a cualquiera interpretar hechos filmados, no narrados, y esto aumenta el efecto contraproducente porque la lógica muchas veces es una guadaña antifalsedades y comedias.

En Chile, el 68% de los participantes en el referéndum constitucional lo rechazaron. No hay para dónde. Hábilmente, Boric de inmediato reconoció los resultados, para así tratar de disminuir el terremoto del rechazo, posible de interpretar: a) como un arrepentimiento popular a haberlo llevado a la presidencia, y por eso disminución de su apoyo; y b) como rechazo popular al extremismo ideológico de los cambios constitucionales, aunque algunos sean apoyados por el votante moderado, ya con visos de preocupación por el fondo y la forma de actuar de Boric, quien recibió entonces un baño gélido de realidad política. Irónicamente, la obligación de votar aumentó la abismal diferencia, pero este rechazo popular no significa necesariamente apoyo al radicalismo de la derecha.

Boric aprendió con dureza la diferencia de actuar de un presidente con la de un activista vociferante. Al serle imposible cumplir todas sus promesas de cambios profundos e inmediatos, disminuirán sus seguidores y algunos lo considerarán traidor. Los cambios fundamentales deben ser evolutivos porque acelerarlos o profundizarlos en corto tiempo asusta a la gente y ello se afianza con una sociedad como la chilena, con mayores niveles de educación. Sin duda, toda constitución latinoamericana necesita algunos cambios, pocos, aceptados o al menos comprendidos por la población, pero es un proceso largo. No me cabe duda: tratará de nuevo de presentar un proyecto, a pesar del rechazo, pero deberá fijarse en el mensaje conservador de su apabullante derrota.

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