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Opinión

Julia y sus efectos naturales y derivados

Para horror de quienes en todo el mundo se aferran a la absurda idea de negar el cambio climático y sus efectos imparables, los huracanes de la región del Caribe son cada vez más frecuentes y causan mayor cantidad de daños económicos y físicos, aunque tengan menor cantidad de víctimas humanas.

CATALEJO

Se debe ahora estar convencido de la seguridad de crisis similares a las causadas por los huracanes Ian y Julia, separados por unos pocos días. El primero causó estragos en Cuba y la Florida y ascendió al norte más de lo “normal”.  Julia atacó Centroamérica, especialmente Nicaragua, y en Guatemala causó daños en todo el país, incluyendo Quiché, Huehuetenango y Alta Verapaz, lugares no incluidos como riesgosos en el imaginario de los guatemaltecos.

Los graves daños sufridos en el sistema de carreteras, muchas muy similares a los terrenos con cráteres de la Luna, sacaron a luz las consecuencias de la corrupción cuando fueron construidos y/o reparados.  Esta vez, el aparecimiento cada vez mayor de cavernas a causa del mal manejo de las aguas pluviales y servidas, cuyo mejor ejemplo es Villa Nueva, colaboró con las dificultades y suspensiones del paso por tierra, y los guatemaltecos se convirtieron en testigos de los daños a causa de la filmación con teléfonos celulares de personas atrapadas o sorprendidas viendo los derrumbes de taludes, árboles y demás. Fueron particularmente dolorosas las imágenes de niños llorando al ver los cuerpos de sus padres, hermanos y otros familiares muertos al caerles encima la casa.

Se manifestó el tradicional espíritu de colaboración y solidaridad de los guatemaltecos, a veces con cauda trágica. El soldado Regilson Calel Choc murió en Chiantla cuando trataba de salvar a una familia de un río desbordado en Chiantla. Entidades del sector privado pusieron instalaciones para centros de acopio, y la colaboración individual anónima y bien intencionada también se hizo presente. Eso en el lado humano. Pero en el lado estatal, se afianzó el rechazo a la serie de obras hechas corruptamente y a la poca capacidad de autoridades como alcaldes de ciudades de todo tamaño. Este panorama desolador obliga a los ciudadanos a exigir su derecho de tener funcionarios con capacidad. No es así: usaron su elección o nombramiento por razones politiqueras e innobles.

El gobierno quiere hacer un llamado internacional para pedir ayuda. Si está hablando en serio, la única posibilidad viable de recibirla consiste en aceptar donaciones en especie, no en dinero. Ya Guatemala ocupa un primerísimo puesto en la corrupción mundial y por eso pedir al país donante la construcción de obras pagadas y supervisadas por inspectores propios cuya relación con el Estado se reduzca a entregarlas a satisfacción de funcionarios. Causa pavor e indignación la actual lucha por un estado de emergencia, porque eso, agregado a esa nueva ley de contrataciones, es abrirle la puerta a los negocios turbios, como ocurrió con la pandemia del covid-19. O sea, los necesitados se beneficiarán poco y el dinero caerá en bolsillos de pícaros desvergonzados.

Los terremotos tienen la fama de ser las peores tragedias posibles del país.  No es así, porque ocurren cada 80 años, más o menos. Pero el invierno se presenta puntual y con atrasos todos los años, y serán peores gracias al cambio climático por motivos internacionales o también, en algo, nacionales. En este campo, el futuro con toda seguridad será negro, porque la guinda en el helado es el aumento de la población, situado hoy en 1.5% anual. Demasiado. Para finalizar, lo más difícil: convencer a los desinteresados por no entender su falta de orgullo para hacer de este un buen país, para actuar sin deseos de dejar algo detrás para beneficio de esta y de las nuevas generaciones, lo cual empieza con estar debidamente preparados para los embates de nuestra incontrolable naturaleza.

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