IMAGEN ES PERCEPCIÓN
Fue justamente ese día, cuando se sentaron los cimientos del Nuevo Orden Mundial, trazándose los pilares y grandes desafíos que hoy se ciernen sobre el equilibrio internacional. Muchos de estos se originaron precisamente con esos ataques terroristas, cuando empezó la cuenta regresiva y el plan milimétricamente calculado, para empezar a mover los hilos de las decisiones, en cuanto a la reacción mundial que ocasionaría este evento, que marcó un parteaguas para ese nuevo mundo.
Desde entonces, la amenaza terrorista de origen islamista ha evolucionado mucho en los últimos 21 años. La forma de hacer terrorismo ha ido cambiando globalmente. Por ejemplo, ahora reclutan a sus seguidores a través de las redes sociales, gente dispuesta a abandonar su país para unirse a las filas del Estado Islámico.
De hecho, los objetivos del ataque de ese día fueron simbólicos en la guerra de Al Qaeda contra Estados Unidos. Aunque han surgido muchas teorías conspirativas que aseveran que fue un ataque pautado. El Pentágono, que es el centro neurálgico del poder militar de Washington, y las Torres Gemelas, un complejo financiero que inmortalizó la “herida de Occidente”, en la ciudad insignia de ese país, Nueva York. Una metáfora del poder económico de los Estados Unidos y la globalización, así como un lugar efectivo de intercambios y operaciones multimillonarias.
Estados Unidos fue golpeado en el corazón y decidió embarcarse en dos costosas guerras, la de Afganistán y la de Irak. La primera, para erradicar al régimen talibán y neutralizar a Bin Laden. La intervención estadounidense derrocó a ese régimen, que volvió a la fama exactamente dos décadas después, con la despedida de las tropas estadounidenses y la reconquista de Kabul.
Y la otra, en 2003, en medio de la “Guerra contra el Terrorismo” convocada por el entonces presidente George W. Bush, cuando EE. UU. lideró una coalición internacional, en un segundo conflicto contra el Irak de Saddam Hussein. Aunque nunca se probaron vínculos con los ataques ni la presencia de armas químicas, denunciadas como uno de los desencadenantes del ataque.
Sin embargo, luego de dos décadas, el resurgimiento del Estado Islámico y el regreso de los talibanes ponen en tela de juicio la eficacia de su enfoque intervencionista, basado en gran medida en la fuerza militar.
A través de la historia siempre ha existido un país que, en virtud de su poderío económico y militar, ha actuado como potencia hegemónica. Y Estados Unidos, desde la II Guerra Mundial, lo fue. Pero Ahora, y sin verlo venir, a partir del 9/11 surge poco a poco y calladamente una nueva fuerza que a través de su plan Made in China 2025 pretende convertirse en la principal potencia del mundo.
No es exageración decir que lo que sucedió en Nueva York y Washington D.C. esa mañana, hace 21 años, marcó un inevitable punto de inflexión entre un antes y un después para la humanidad.
La percepción del 11 de septiembre probablemente representa la fecha en que el resentimiento y el prejuicio tomaron una dirección irreversible. Ese día se reveló también que los estadounidenses son tan vulnerables como el resto del mundo. El ajedrez de la geopolítica mundial cambió a partir de ese momento, en la seguridad, los viajes y la economía. Pero, sobre todo, fue allí donde inició el principio de grandes cambios políticos para el mundo.
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